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Latinoamérica y la nueva trampa de Tucídides

  • pontegea
  • 14 oct 2024
  • 4 Min. de lectura

Latinoamérica contiene la respiración en lo que refiere a las relaciones entre China y Estados Unidos. Ambos son importantes inversionistas, clientes y socios de las principales economías latinoamericanas. Ambos juegan en el registro propio de la Trampa de Tucídides.


Los latinoamericanos buscan sacar ventaja de esta grieta sin quitar ojo a los potenciales conflictos que se puedan generar. China, como potencia emergente, tiene una visión mucho más agresiva. Estados Unidos está resentido, pero en su caos administrativo en cuanto a política exterior deja a Latinoamérica como las últimas de sus prioridades.


Eso lo aprovecha China para avanzar incluso superando la mayor dificultad de todas que es la cultural. Lentamente China va enamorando a las élites latinoamericanas. Profesores, científicos, escritores, políticos, empresarios son invitados sectorialmente por la cancillería china y sus principales ministerios a dejarse deslumbrar del avance chino. Le muestran sus grandes ciudades, sus grandes infraestructuras, sus grandes logros sectoriales y, sobre todo, le convencen las bondades de su sistema ¿Para qué democracia? No pocos llegan convencidos. Si bien Occidente con EE.UU. y la UE a la cabeza tienen la ventaja cultural de origen, los chinos quieren avanzar en ese sentido. Ya no soltarán recursos sin retorno de inversión y sin compromiso político. Occidente en medio de su caos de valores va abandonando la región. China, que tiene todo el tiempo del mundo, va cooptando su corazón.



Implicaciones de las relaciones xino-americanas en ciernes


En términos coyunturales, Estados Unidos tiene encima que decidir el estatus de las relaciones comerciales permanente (PNTR), vigente desde el año 2000. El congreso americano no lo ha revocado. Un estudio del Instituto Peterson de Economía Internacional sugiere que revocar el PNTR tendría consecuencias negativas para la economía estadounidense, incluyendo una disminución del PIB, un aumento de la inflación y un impacto negativo en sectores como la agricultura, la minería y la industria durable. Aunque existe un sentimiento anti-China en el Congreso, especialmente entre los republicanos, hay desacuerdo sobre la mejor manera de abordar la relación comercial con China. Algunos abogan por una revocación total del PNTR, mientras que otros proponen un regreso al sistema anterior de renovación anual. Tanto los republicanos como los demócratas tienen diferentes posturas sobre el PNTR, lo que dificulta alcanzar un consenso. Algunos proponen volver al sistema anterior de renovación anual del PNTR, lo que podría ser una opción más viable políticamente. Dentro de poco, esa incógnita se irá despejando, pero China, mientras tanto, avanza con inversiones puntuales en infraestructura y trata de colarse, especialmente en México y Brasil, en la producción industrial, aunque no es descartable un giro dramático en cuanto al potencial del “nearshoring” que podría terminar desvaneciéndose si Trump en su afán negociador termine por convencer a China de que genere empleo con su industria en Estados Unidos. Algo poco viable, pero que está ahí.



Sobre el terreno


México, Colombia, Brasil, Perú, Argentina y Chile observan con detenimiento la dinámica americana. Brasil y Argentina quieren apurar el acuerdo Mercosur-UE. Los europeos, gracias a Francia y a pesar de las prisas que quieren imprimir Alemania y España, se toman su tiempo. No obstante, los chinos que, si bien tienen la vista puesta en el Mercosur, prefieren trabajar país a país sin dividir el bloque (no llegar a un acuerdo en bloque). Las necesidades chinas, especialmente agroalimentarias son variables y saca más provecho de la competencia entre países no coordinados. En la fachada del Pacífico, especialmente con Chile y Perú, el enfoque en los minerales es sumamente importante. También la conexión entre las dos fachadas (la Atlántica y la Pacífica), para lo cual está involucrado en proyectos de interconexión entre Sao Paulo y Chancay (Perú). Allí no tiene que andar con tantas filigranas, al igual que con Ecuador y Colombia, pues no hay un bloque sólido con el cual tenga que negociar. Desarrolla infraestructura con retorno confiable y a la vez compra materias primas a buen precio, no sin echar cables con algo de deuda a cambio de proyectos sostenible. En el caso colombiano, la relación es igual de compleja, pero no determinante. La economía neogranadina está muy conectada a Estados Unidos y sus dificultades en comunicación, así como la inseguridad en las cadenas de suministros, algo que también afecta en México (y recientemente en Ecuador), terminan por poner las barbas chinas en remojo. En Colombia, China invierte, seduce, pero va a otro ritmo muy distinto al de Brasil, Chile o Perú. Por último, México dependerá de quien gane las elecciones en Estados Unidos. Reducido al rol poco honorable de policía fronterizo de los Estados Unidos, corre el riesgo de perder una oportunidad valiosa a la hora de sacar provecho a la “Trampa de Tucídides”. Demasiado atado a Estados Unidos.


En Centroamérica y el Caribe, China se concentra especialmente en la cadena de las West Indies, Guyana y Panamá. Venezuela está en el congelador porque no ven provecho en la mala gestión del chavismo y su futuro.


Todo esto está muy bien, pero no se debe descartar, aunque con baja probabilidad de ocurrencia todavía, un desastre interno tanto en Estados Unidos como en China. Ambas potencias tienen fuertes tensiones sociales con posibles implicaciones políticas de elevado impacto global y eso, desde luego, no dejaría de afectar a Latinoamérica.



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El futuro


Las cadenas de suministros y el sector externo latinoamericano viven un momento de definiciones clave en medio de dos dinámicas macro o globales: 1) transición energética/IV revolución industrial, 2) reorganización geopolítica global. La región intenta adaptarse de la mejor manera posible y si pudiera encontrar avances sostenibles en infraestructura, combate de la desigualdad, educación y seguridad, es mucho lo que puede lograr. El potencial es enorme más allá del sector primario exportador. En contra tiene contradicciones políticas internas y el riesgo siempre latente de que la democracia y, con esto, las libertades económicas y políticas, terminen debilitadas en forma alarmante afectando todo progreso a medio y largo plazo. Las probabilidades de estabilización y avance siguen siendo elevadas y eso lo observan los chinos con toda la prudencia del mundo pues si bien, a diferencia de Rusia, no busca imponer su modelo, busca venderlo. Si lo compran o no, será un problema secundario, porque lo primario siempre será hacer negocios.

 
 
 

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