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Latinoamérica: 4 dinámicas del poder


Latinoamérica en este momento vive cuatro dinámicas que no son nada nuevas, pero que cada cierto tiempo cobran más visibilidad:


La voluntad personalista versus la institucionalidad: los presidentes de la marea rosa llegan sobre un tsunami de descontento y grandes expectativas a realizar cambios en nombre de la justicia social, pero topan con la institucionalidad. Quieren, pero no pueden o no son capaces de generar consensos para convertirlas en políticas públicas sostenibles que puedan articularse con la institucionalidad existente, especialmente, en política monetaria, fiscal y bienestar social. Las reacciones al no poder son varias, desde atacar a la institucionalidad como ya lo han hecho varios de la otra tendencia conservadora como Bukele o Bolsonaro, en el caso rosa Castillo y ya comienzan Petro y Lula, como viene haciendo también AMLO, apuntando maneras. O adaptándose como hace Boric. A veces la institucionalidad tiene que mostrar su lado violento. La fortaleza de la democracia, depende de sus mecanismos de defensa, los anticuerpos presentes en sus élites y la habilidad de las masas de votar bien (dixit Vargas Llosa).

El gobierno central versus la gobernanza multinivel: la capital se impone, pero a veces pasa lo contrario. Dependiendo del gobernante y sus coaliciones. Una cosa es Brasilia, Lima, Santiago, Bogotá o Buenos Aires y otra el resto del país. Son distintas formas de ver el país que en las capitales con el cruce de intereses ya centralizados chocan cada vez más. Esto tiene que ver con el fenómeno de la ineficiencia de la gobernanza multinivel y la entrada, aprovechando el descontento, de una narrativa y dinámica demagógica para conquistar el poder. Con la cuarta revolución industrial, las regiones van cobrando fuerza y el control de los puertos y aduanas por el gobierno central comienzan a ser un problema. Las regiones quieren más de la riqueza que generan, especialmente, en materias primas. En parte, mientras más se conecten digitalmente esas regiones, más principios autonomistas irán surgiendo.


La adopción de modelos de referentes foráneos como legitimadores: Lula añora el discurso reciente de Biden. Quiere lucir más de izquierda. Petro, liderando uno de los países menos contaminantes del planeta (de la boca para afuera porque será el petróleo el que la saque la pata del barro). Boric se quiere parecer a los europeos nórdicos (Petro también o eso vende), y Castillo se quería parecer a los bolivianos. Cualquier modelo referente externo es bueno porque hablar de políticas públicas bien hechas (con las capacidades propias, que las hay), no es atractivo. Por lo general, venden una versión mesiánica de ese modelo adaptada a su voluntad y como la gente no los conoce por pereza natural aceptan dicha versión como válida. Es el paraíso prometido de todo mesianismo. Nunca falla como táctica cuando el liderazgo es mediocre. Nada nuevo en la región.


Ruptura cognitiva entre las élites: Unas adoptan la versión woke que compran en EE.UU. Otros la europea, siguiendo la estela de la anterior dinámica, pero lo que en realidad predomina es la lucha entre élites emergentes y las que quieren conservar el poder. A veces se materializa por la ruptura, otras por la integración o las dos al tiempo. La ruptura cognitiva de las élites dificulta la implantación de políticas de Estado. Aprovecha el descontento ("voto bronca" dixit Carlos Malamud), las cuentas por saldar, pero no facilitan las políticas públicas necesarias para el desarrollo. Latinoamérica necesita no solo seguir actualizando su infraestructura física, especialmente, adaptándolas a los efectos del cambio climático, sino también la digital, por no hablar del aprovechamiento de las ventajas estructurales y competitivas y su integración al desarrollo de las economías regionales, nacionales y locales. Las élites al no llegar consenso retrasan las políticas para la superación de estos desafíos.


Estas dinámicas constantes gobiernan el devenir político regional y vale la pena observar con detenimiento cada movimiento. Sobre estas dinámicas se busca capturar y mantener el poder, pero también desafiarlo. Estas dinámicas marcarán el devenir latinoamericano al menos en los próximos 5 años.

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