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Lo anti-frágil

  • pontegea
  • 31 mar 2016
  • 2 Min. de lectura

Actualizado: 8 mar 2023


Países y economías que se debilitan, redes terroristas que golpean en dónde más nos sentimos seguros y son difíciles de neutralizar, rapidez en el auge y caída de las empresas, incertidumbre. No hay nada malo en ello. Tampoco es la primera vez que ocurre. Siempre ha estado allí y cuando se sale fortalecido y mejor de una situación entrópica es porque tenemos la propiedad de la anti-fragilidad.


Hay situaciones y sistemas que se benefician de las crisis ya que prosperan al verse expuestas a la volatilidad, el desorden, el azar o lo estresores. A ese tipo de situaciones, cosas o personas les encanta la aventura, el riesgo o la incertidumbre.


Nassim Nicholas Taleb, en su libro Antifrágil: las cosas que se benefician del desorden, utiliza la palabra anti-frágil como lo contrario a frágil para designar un estado que va más allá de la resiliencia o la robustez. Lo que es resiliente soporta los choques y sigue igual, en cambio lo que es anti-frágil, mejora.


Para Taleb (sí, el mismo autor del Cisne Negro), esta propiedad se encuentra detrás de todo lo que ha cambiado con el tiempo desde la evolución biológica a la cultura, desde las revoluciones a las ideas, desde la innovación tecnológica a los sistemas políticos, desde el éxito cultural, económico o la supervivencia empresarial hasta nuestra existencia como especie en el planeta.


Lo aleatorio o lo incierto es algo que gusta a lo anti-frágil y encima adora los errores, una clase determinada de errores. Tiene la propiedad adicional de facilitar el hecho mismo de afrontar lo desconocido, hacer cosas sin entenderlas y hacerlas bien. Debido a la anti-fragilidad podemos ser mejores actuando que pensando.


La mayor parte de los sistemas naturales y complejos que han sobrevivido tienen la propiedad de la anti-fragilidad. En ocasiones, privarlos de volatilidad, aleatoriedad o estresores, les resulta perjudicial, se debilitan, mueren o desaparecen. Eso explica porque las grandes empresas o países pueden desaparecer con más facilidad que los pequeños emprendedores, artesanos o las ciudades. Las grandes organizaciones detestan la incertidumbre y las mejores son las que pueden aprovechar el caos como las de Sillicon Valley, los fondos de inversiones, las redes terroristas o los pequeños innovadores.


Todo lo que viene desde arriba fragiliza pero lo que viene desde abajo prospera con una cantidad específica de desorden y estrés cambiándolo todo y explica por qué en cierta forma observamos una suerte de fin de poder a escala global. Nada nuevo. Solo se resienten los que tradicionalmente parecen robustos (un grado entre la fragilidad y la anti-fragilidad) pero que realmente son frágiles.


Taleb, aunque cuestionado por algunos matemáticos, nos abre un camino de conocimiento interesante sobre como observar nuestras organizaciones, nuestras vidas y en qué forma podemos aprovecharnos del caos para ser mejores y verdaderos supervivientes.


Les dejamos con un video sobre sus ideas y recomendamos la lectura de su libro.

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