7.300 millones de narrativas y el vértigo contemporáneo
- pontegea
- 23 jul 2015
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 8 mar 2023

Son tantos cambios y tan rápidos, son tantas reacciones una detrás de otra siempre por delante del poder establecido, de lo esperable y en todos los ámbitos.
¿Qué motiva a las personas a asumir estos desafíos? ¿Qué los lleva a desafiar a los poderes establecidos? ¿Qué hace que un alemán cruce el Mediterráneo y se ponga al lado de unos guerreros Kurdos para luchar contra el Daesh? ¿Qué hace a un francés hacer lo mismo pero en las filas del Daesh? ¿Cómo Donald Trump luego de un inicio xenófobo se planta liderando las encuestas en EEUU? ¿Cómo los europeos se debaten entre tantas contradicciones y cada uno con un argumento potente entre sus manos?
Han sido semanas de vértigo y prometen seguir así. Detrás de cada evento hay una historia, un logos, una forma de ver el mundo, unos motivadores, unas dinámicas, unas mecánicas y elementos de juego que llevan a las personas a mantener al menos un estado de flow en la acción colectiva hasta que el circuito se rompe y vuelta a empezar.
La narrativa es la base que hace visible los motivadores de las personas. Las canaliza y abre el terreno cognitivo para que encuentren un espacio que le dé sentido a la realidad.
Ocurre día a día, en nuestras comunidades, nuestras empresas, nuestros países. Todos tenemos una historia sobre la cual basar nuestras acciones. Eso lo sabemos pero no le damos la importancia debida y cuando el circuito se rompe es porque hay algo en la realidad que impacta sobre la base de dicha narrativa. A partir de ese punto comienzan los derrumbes de cualquier proceso. Se pierde la legitimidad del cometido o más aún el liderazgo.
Cada vez que nos tomamos un café y analizamos qué estamos haciendo bien o mal en nuestros ámbitos de acción (una empresa, un gobierno, una comunidad) estamos navegando sobre una narrativa, interviniendo en ella, cambiándola con nuestros pensamientos y acciones. No pasa nada si a la vuelta de la acción común el marco narrativo se mantiene incólume pero sí puede pasar si ese marco narrativo que permite el flow dentro de la acción colectiva comienza a resquebrajarse bien por cambios radicales, resistencias al cambio o apetencias de poder originadoras de nuevas historias, nuevos argumentos, nuevos marcos de comprensión de la realidad. En ese momento, aparece el conflicto y la historia comienza a cambiar.
Otras veces el nuevo marco narrativo surge de lo que aparentemente es la nada. En realidad estaba allí, no estaba en la nada solo que ha cambiado de formato y ahora es más atractivo. Cuando eso ocurre el choque es más radical y podemos ver un ejemplo claro en el Estado Islámico.
Por eso las estructuras de poder hoy en día son más fáciles de dominar pero a la vez más fáciles de destruir. Por eso vivimos momentos tan vertiginosos tanto en lo público como en lo privado. Mantener la legitimidad bien de una directiva de empresa, una ley o una relación familiar cada vez es mucho más difícil porque las historias comienzan a no ser compartidas con más rapidez, no se escuchan, no se integran y el poder es muy lento y pesado para entenderlo. El buen líder es capaz de calibrar el ritmo de los cambios de las narrativas y eso implica una constante escucha activa.
Cada vez que entramos a trabajar con las personas lo primero que intentamos capturar es ¿Cuál es la historia y los motivadores que hay detrás de cada individuo en su rol? ¿Qué los hace felices? ¿A qué le temen?
No hay apps o tecnología que pueda con ello aunque hay un intento para acercarse a ese punto. Al final es el factor humano el que puede detectar en largas cadenas de comunicación personalizada ese mapa conceptual y motivacional de cada persona y cada colectivo.
Las sorpresas seguirán allí fuera. Los circuitos se están rompiendo cada vez a mayor velocidad. Somos más y más libres de pensar. Hay casi 7.300 millones de historias y no son estáticas. Están para ser constantemente entendidas en su permanente cambio.




















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