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Regímenes neopatrimonialista a la vuelta de la esquina: Cuando lo normal es lo que menos pensamos

  • pontegea
  • 28 may 2015
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 8 mar 2023


Modern Office

Militantes y representantes de partidos políticos que queman papeles apenas pierden la reelección a un cargo público, corrupción en organismos deportivos internacionales o gobiernos a todo nivel, procesos continuados y planificados de debilitamiento institucional. Fenómenos muy comunes hoy en día pero que tiene sus orígenes en la noche de los tiempos. El mundo se maneja en gran parte gracias a elementos propios de los regímenes patrimonialistas o como ahora lo llamamos neo-patrimonialistas.


Weber describía que una estructura “patricial” de dominación es patrimonial cuando aparece un señor y sus socios o seguidores se transforman en súbditos. En el fondo es la base de cualquier sistema de dominación o creadora de una institucionalidad u orden.


¿Cómo funciona el patrimonialismo? El motor principal está en el reparto de recursos y poder a los miembros del círculo.


En caso que la autoridad se ejerza dentro de las organizaciones políticas ya establecidas, se denomina estatal-patrimonial. El tipo de dominación tradicional es la que sostiene a estos regímenes pues la legitimidad se sostiene en la tradición, dándole al ungido amplios poderes arbitrarios. Pero también puede coexistir con el tipo de autoridad carismática.


En los regímenes patrimonialistas la dominación de un solo hombre necesita de funcionarios o una estructura burocrática para ejercer la autoridad y no deja de ser una forma de caracterizar los modos conductuales de las democracias “delegativas” y describir la apropiación de los grupos económicos que se aprovechan de las estructuras del Estado.


El patrimonialismo es una práctica institucionalizada en el amplio sentido de la palabra donde lo público y lo privado no tienen frontera. Hoy en día lo podemos ver en todos los ámbitos independientemente del estadio de desarrollo de una sociedad, no solo en el Estado.


Los regímenes patrimonialistas terminan transformando a los Estados (en estado permanente de debilidad institucional pública) en propiedad privada de quienes poseen los recursos de dominación política.


Esta modalidad de ejercicio del poder implica usar las instituciones formales de la democracia (incluyendo a los partidos), pero el líder sigue conservando el monopolio de la designación, reemplazo y remoción de funcionarios e incluso cambio en la normatividad. En caso que el partido político sea una de esas instituciones el control del mismo refuerza con legitimidad ideológico-institucional ese monopolio. La dominación partidaria conllevaría la posibilidad de designar a quienes se convertirían en legisladores y a partir de allí en coexistencia o combinación eficiente de lealtades, se van a ir cubriendo de las designaciones en toda la red institucional del Estado.


Weber, Oszlak, Garretón, Bourdieu y O`Donell han sido los teóricos encargados de analizar este tipo de regímenes en el campo político.


¿Cómo caracterizan en términos generales estos autores a un régimen patrimonialista o neo-patrimonialista? Aquí dejamos un decálogo pero si ponen atención, con el debido cuidado, podrán notar algunos de estos elementos en nuestros procesos y estructuras de decisión pública y si nos apuramos en estructuras de decisión empresarial[1].


1) En primer lugar las relaciones de dominación política estructuran sus prácticas en forma radial, es decir, los gobernantes (el líder o la élite) son el centro inefable de la toma de las decisiones. El ejercicio de la autoridad se asienta en relaciones personales establecidas sobre la base de obligaciones recíprocas, fundándose en prácticas clientelares con hombres de confianza y militantes generando una estructura altamente dominante con vocación autoritaria e incluso totalitaria.


2) Se confunde el Estado con el régimen gobernante. Colaborar con el régimen es colaborar con el Estado.


3) No nadan a contracorriente pues las estructuras burocráticas formales coexisten y se confunden con otras informales de personas de confianza bajo control o con acceso directo al gobernante. Cuando eso ocurre el debilitamiento institucional está servido y puede ocurrir el caos u otro proceso de reinstitucionalización. Mientras ocurre se materializa en un estado elevado de incertidumbre en las relaciones burocráticas pues la institucionalidad no deja de chocar cada vez más con las lealtades personales. Los sentidos de pertenencia no se asocian a principios de naturaleza ideológica o institucional sino a las personas.


4) Se intenta desmovilizar a través de la cooptación de líderes procedentes de diversos sectores sociales y económicos, incluyendo a los de oposición a quienes terminan ubicando en sectores de la administración o se compran con favores.


5) Para resolver situaciones de crisis o corregir desempeños irregulares se recurre a cambios de funciones en reciclaje de colaboradores en una ida y vuelta de lealtades. Una suerte de puertas giratorias dentro del gobierno. Son difíciles las eliminaciones definitivas y solo ocurre en situaciones límites de traición pues el eje de la lealtad está basado en un sistema de premios y castigos gestionado por el líder o los líderes. La fidelidad al líder o los líderes disuelve las instituciones formales de un sistema basado en el Estado de Derecho bien de una República o una Monarquía Constitucional.


6) Las políticas sociales funcionan bajo esquemas clientelistas. Las estructuras clientelares se gestionan a nivel social desde instituciones estatales extendiendo su brazo incluso hasta organizaciones de la sociedad civil produciendo confusión de roles del gobierno, Estado y organizaciones de la sociedad civil y ONGs.


7) Las instituciones del Estado se debilitan y se dejan atrasar y en paralelo se crean organizaciones con funciones para estatales completamente modernizadas y en manos de equipos técnicos muy cercanos al líder gobernante (o líderes) que desempeñan funciones esenciales en términos de apoyo político.


8) Esto deriva en una superposición deliberada de funciones entre organismos existentes en la burocracia estatal y otros creados con fines sociales o partidarios. En otras palabras una duplicación de funciones que no necesariamente es exacta pero que en la práctica funciona como tal.


9) Tienen una orientación distributiva de los recursos bajo su estricto control en coexistencia con la discrecionalidad en el manejo presupuestario con lo cual genera dos partidas presupuestarias paralelas, una de éstas bajo control personal del líder o los líderes. Esto deriva en un elevado estado de incertidumbre en el uso de los fondos públicos. El uso indiscriminado y privado de estos recursos está servido, especialmente en períodos de bonanzas y electorales.


10) La acción estatal se concentra de cara a la galería a: medidas demagógicas de subsidios que aparentan ser redistribución de la riqueza, concesión de privilegios de explotación y construcciones impresionantes de carácter ornamental.


El éxito es clave para el líder. El fracaso produce la duda sobre su liderazgo y entre los grupos se establecen nuevos sustitutos si ese líder en caída no logra neutralizarlos previamente o apalanca más recursos para mantener su legitimidad.


Estos regímenes generan narrativas que sirven de soporte a todas sus prácticas irregulares y reproducen formas culturales políticas legitimadoras de las mismas.


Como pueden ver, estamos constantemente frente a regímenes patrimonialistas y todo el avance jurídico-político logrado en función de su neutralización en no pocas ocasiones es vadeado o neutralizado para el desarrollo de un mecanismo que va de la mano de la naturaleza del poder más crudo.


De esa forma, da igual la ideología que usted tome, ni el nivel de gobierno: siempre encontrará características de patrimonialismo en mayor o menor medida y sus mecanismos son tan instintivos como el huir, atacar o paralizarse ante el peligro. En este caso, es ganar poder, fuerza y seguridad aprovechándose de las grietas de la normatividad que lo trata de evitar, siempre presente, independientemente del nivel de desarrollo de una sociedad.




[1] Buena parte de este decálogo se basó en los trabajos de Gloria Trocello: “Regímenes neo-patrimonialistas: Apuntes acerca de los modos del ejercicio de la dominación política en América Latina” en Revista de Estudios Fronterizos del Estrecho de Gibraltar (Refeg 3-2005) y “Violencia Simbólica y Patrimonialismo” en Revista Electrónica de Psicología Política. Año 2 - Nº 7 - Diciembre 2004

 
 
 

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