El precio del petróleo y su impacto sobre la actual arquitectura energética
- pontegea
- 9 nov 2014
- 11 Min. de lectura
Actualizado: 8 mar 2023
"He hablado con Vicente Fox, el nuevo presidente de México, para que envíe petróleo a Estados Unidos. Así no dependeremos del petróleo extranjero"
George W. Bush
Precios y variables estructurales
En los últimos tres trimestres el mercado petrolero ha estado bien abastecido gracias una desaceleración de la demanda y un sostenido incremento de la oferta.
No obstante, semanas antes del inicio del descenso en el verano de este año, casi nadie vaticinaba este comportamiento. La volatilidad de las cotizaciones deja a muchos modelos predictivos o futurólogos mal parados. Solo una industria petrolera acostumbrada a los ciclos sabe de qué va el mercado petrolero y cómo comportarse en consecuencia.

Ya muchos artículos han explicado y bien el comportamiento de la demanda y la oferta en las últimas semanas. Existen causas coyunturales que tienen que ver con el mantenimiento de las refinerías en Asia Pacífico, la desaceleración de la demanda petrolera china, el repentino incremento de la producción libia a pesar del conflicto en el que está sumergida su industria o el crecimiento ya estimado de la producción americana. La consecuencia es que el mercado está boyante y encima Arabia Saudita arroja mensajes indicando que no está dispuesta por ahora a cerrar el grifo, algo que no se debe tomar por sentado hasta último momento en la cumbre semestral de la OPEP dentro de poco más de dos semanas.
Existen variables que vienen operando desde hace tiempo en la industria petrolera global y que de alguna manera tienen incidencia en la realidad del balance petrolero. Estas variables son estructurales y permanecerán pase lo que pase en la cumbre de la OPEP porque ya están instauradas en el marco global de la industria energética.
En primer lugar, desde hace 10 años y apalancado por los altos precios petroleros se viene gestando un cambio notable en los países norteamericanos que llega a su punto culminante con la apertura energética mexicana. Los países NAFTA (EE.UU, Canadá y México), aprovechando la innovación tecnológica petrolera de los últimos 20 años han puesto a andar el relanzamiento y en algunos casos el redescubrimiento de su industria petrolera. El empuje norteamericano está decidido a convertir a la región no solo en autosuficiente sino en un motor de exportaciones de hidrocarburos no convencionales sin abandonar el empuje interno que le están dando a las renovables. Son esas renovables las que precisamente con apoyo del gas natural, le está permitiendo liberar crudos en el mercado más allá de la producción inicial no convencional. Ahora con los republicanos en el Senado y el empuje del PRI a la reforma energética mexicana, las posibilidades de que la región incremente su comercio intra-regional y adicionalmente exporte se incrementan a pesar que los precios del petróleo terminen afectando algunos desarrollos no convencionales. Tendrían que bajar los precios del petróleo a menos de 50 dólares por barril para que la totalidad de la producción no convencional saliera del mercado. Allí está una pregunta clave ¿A qué precio sale una parte del petróleo no convencional del mercado? Por debajo de los 70 dólares ya las alarmas comienzan a sonar. Aún así la industria no convencional norteamericana ha anunciado que puede tomar medidas extremas en el manejo de costes y lograr reducirlos en un 40%. Ya sabemos que implica ello. Si, desinversión en exploración y desarrollo, desempleo y cierre de explotaciones más costosa. Para que esto ocurra se tiene que dar un tiempo prudencial y aquí viene la segunda pregunta ¿A partir de qué momento la industria no convencional comenzaría a notar los efectos de un descenso de los precios por debajo de los 70 dólares el barril? Pues a partir de 6-8 meses. Cuando ya la tendencia previa al verano es que el mercado seguirá sobre abastecido y no existan señales de rebote, la producción petrolera no convencional o más costosa comenzará a retirarse y muchos proyectos podrían paralizarse lo cual llevaría inefablemente a otro ciclo de subida en cuanto la demanda vuelva por sus fueros y se necesite más petróleo. Como verán la naturaleza cíclica en este tipo de industria es casi de receta, cambia a veces de tempo pero siempre está allí.
Otra variable importante es el impulso que ha disfrutado la industria de las renovables. Si bien al principio se le vinculaba a la existencia de elevados precios petroleros y el coste de sus derivados, la verdad es que la industria de las renovables compite más con el gas y el gas está cada vez menos indexado al precio del petróleo, dependiendo del contrato desde luego. El gas natural en la cuenca Atlántica desde hace mucho tiempo, antes que bajaran los precios del petróleo estaba a cotizaciones bastantes competitivas, no así en el caso de Europa y Asia Pacífico. La industria renovable compite en la generación eléctrica con ese gas y si bien ya venía sufriendo en países de la UE por cambios en el marco legal incentivado por los lobbies del gas y el carbón, el ímpetu con que acomete en los mercados emergentes es notable por dos razones esenciales, la primera se materializa en India y China donde los ciudadanos necesitan respirar aire puro y la segunda en África y América donde se requiere inversiones complementarias que consoliden la seguridad energética y permitan superar la pobreza energética. Los costes de las renovables es cada vez menor, sobre todo en la fotovoltaica y sigue descendiendo. La conciencia de su uso muchas veces está por encima del mero rendimiento económico. Solo en América, ya se están desarrollando proyectos sin subvenciones, especialmente en México y Chile y todos con una rentabilidad respetable. Algo que los europeos miran con saludable curiosidad. La línea de aprendizaje sobre todo en China ha arrojado los costes de construcción al suelo y solo se requiere de un esfuerzo de instalación y preparación en zonas aisladas o poblaciones manejables. Aún quedan muchos desafíos. Ciertamente, si se piensa en términos de escala, las renovables aún les cuesta competir en cantidad de producción. Adicionalmente, la variabilidad de la generación dependiente de condiciones naturales aún no se ajustado con potentes mecanismos de almacenaje, por tanto, las renovables siempre estarán acompañadas de gas natural y derivados de petróleo pero en menor cantidad en la medida que la innovación tecnológica avance en el cometido de hacerla más estable y potente.
Una tercera variable que ya hemos hablado en otras oportunidades en nuestra sección de informes de Pontegea tiene que ver con el impacto de la mejora de las tecnologías de consumo. Sin duda, es aquí donde el mercado comienza a prescindir de los hidrocarburos en forma lenta pero inexorable. Desde las smart grids hasta el vehículo eléctrico el avance es enorme no solo en Europa sino en todo el mundo. De la misma forma, el crecimiento de iniciativas de Smart Cities impulsa un consumo más sostenible. El avance en la innovación tecnológica energética apuntala a la mejor medida para lograr la sostenibilidad como lo es la eficiencia energética y no solo los países OCDE están por la labor, China, India, Brasil y Suráfrica, además de otros grandes países emergentes están alineados con dicho cometido.
Una cuarta variable y muy importante es la dicotomía Petro-Estado/nacionalismo energético vs. libre mercado energético. Ciertamente el energético es un sector muy importante para dejarlo solo a la iniciativa privada pero, no pocas veces, el Estado lejos de equilibrar genera enormes distorsiones. Tanto los Petro-Estados (monarquías conservadoras, repúblicas petro-estatales) como los países con una visión nacionalista de su sector energético como la mayoría de los países de Europa continental generan obstáculos para el flujo más eficiente y confiable de la energía primaria y secundaria afectando en todos los sentidos no solo a su población sino al resto del mundo. En el caso del petróleo es la necesidad de capturar una renta petrolera internacional la que evita que todo ese potencial petrolero fluya eficazmente. En parte se entiende, lo que no se entiende es que todos los países OPEP, por ejemplo, estén operando en su mayoría (salvo Arabia Saudita) a tope de sus capacidades. Es el reflejo de una evidente incapacidad para colocar a la industria a tono con las circunstancias y un factor determinante en la volatilidad. Ciertamente si no existiera la OPEP habría que inventarla. Nunca ha dejado de existir una estructura oligopólica en la industria petrolera global, lo cual ha resultado útil para conservar a la industria y garantizar una estructura de negocio relativamente funcional, no obstante, cuando se llega a estos extremos dentro de la OPEP, la volatilidad termina tarde o temprano convirtiéndose en un boomerang para sus ciudadanos. Paradójicamente gracias a esta naturaleza oligopólica la industria petrolera global es fuerte y sigue buscando petróleo en cualquier sitio venciendo momentáneamente el desafío “peak oil” pero a un coste elevado en vidas, recursos y estabilidad socio-política global.
Estas cuatro variables nos definen una industria con sus propios equilibrios. Por un lado hay alternativas al petróleo, por el otro se va pasando lentamente a otro ciclo energético tal vez más dominado por el gas y las renovables, pero el petróleo seguirá allí como materia prima, por la cual, en cierta forma no habría porque preocuparse al menos no más que por el agua y las posibilidades de alteración de los ciclos hídricos producto del cambio climático. Allí tal vez hay un problema más serio y la industria petrolera no convencional pone su lote de arena en agravar el asunto.
Arabia Saudita: el eje central
Para no pocos es una señal clara del manejo saudita del petróleo como herramienta de política exterior frente a Irán y Rusia.
Arabia Saudita juega una carta que a todas luces beneficia a EEUU. EEUU sacrifica una pequeña parte de su industria no convencional a cambio de asustar y presionar a dos actores que están jugando duro en el Golfo Pérsico, Europa y Asia Central.
A decir verdad, no hay evidencia de que esto sea así. Pero visto en el tablero parece una de las causas coyunturales del intento de esta señal.
De ser o no ser así se tienen dos escenarios: 1) el descenso de los precios será temporal, cuestión de semanas y bajará levemente de los 70 dólares durante las mismas, 2) el descenso de los precios será persistente y superará los 6 meses y rondará entre 50 y 80 dólares el barril durante dicho período.
En el primer escenario, Arabia Saudita solo busca nivelar el mercado o dejar que el mismo se regule por las fuerzas de la oferta y la demanda. El reino cree que de alguna manera los que tienen que hacer el sacrificio son otros y, por tanto, bien de manera circunstancial o por política propia, en cualquier momento un recorte en que no esté involucrado terminará por hacer rebotar los precios: una salida de barriles debido al empeoramiento de la situación en Libia o Irak ó un alzamiento en Venezuela en combinación con una reactivación de las compras por parte de refinerías chinas y un incremento natural de la demanda del parque automotor americano.
En el segundo escenario, Arabia Saudita si juega su carta de bajar los precios para sacar la producción costosa del mercado y esperar un rebote con el paso de la recuperación de la demanda. En ese caso Arabia Saudita desestabilizaría distintos escenarios geopolíticos y favorecería otros.
¿A quiénes favorece? A los mismos EEUU (salvo parte de su industria doméstica no convencional), la Unión Europea, China y Japón. Sus principales clientes. A pesar que la rebaja notificada hace poco estuvo destinada solo clientes del mercado de EEUU, está claro que la cotización igualmente beneficia a los principales mercados consumidores. Una ayuda en pro de una recuperación económica que también a la larga beneficia a los árabes. Debemos recordar que ellos, al igual que los chinos, siempre ven a largo plazo.
¿A quiénes perjudica? En primer lugar a los petro-estados que no supieron diversificar su economía y que por casualidad en menor o mayor medida son competidores de los árabes en el mercado petrolero. Hablamos de Rusia, Irán, Venezuela, Irak, Kazakstán, Libia, Nigeria y Ecuador. Igualmente perjudicaría, además del sector americano ya mencionado, a Brasil, México, Noruega y Reino Unido. Estos últimos menos dependientes del petróleo pero con elevados costes de producción. Una extensión de la bajada de los precios por más de 6 meses causaría serios desequilibrios en Irán que necesitaría precios superiores a 140 dólares el barril, al igual que Venezuela (más de 120 dólares el barril) y Rusia (más de 95 dólares el barril), para equilibrar su situación fiscal. Si los precios descienden a la barrera de los 50 dólares, algo que muchos no esperan, los desequilibrios se extenderían a Irak, Kazakstán, Nigeria y Ecuador. En otras palabras, es posible, si otras variables convergen, el visionado de más revueltas sociales en Asia Central, Irán, los Andes y el Caribe donde la petro-diplomacia venezolana podría quedar afectada y con ello varios esquemas de financiación a países de Centroamérica y el Caribe. Unido a esto estaría un estancamiento de los procesos de inversiones que Peña Nieto quiere llevar a cabo con su reforma energética mexicana.
¿Quiere Arabia Saudita convertirse en el verdugo del mundo emergente o de otras provincias petroleras?
Creemos que no necesariamente. Los árabes están claro que una racha de elevados precios genera una burbuja petrolera que fomentaría la entrada de producción que en términos de mayor eficacia no se podría vender. Por tanto, estando en el corazón del Golfo Pérsico donde se encuentra el 80% de las reservas convencionales y de mayor calidad, no tiene prisa en vender a elevados precios, tiene unas finanzas sólidas y puede sin duda colocar las cosas en su lugar.
Tampoco, en el peor de los escenarios, estos precios son excesivamente bajos. No se esperan que bajen de los 40 dólares el barril y con ello la producción convencional OPEP, para aquellos que han hecho los deberes de mantener un equilibrio fiscal y tener reservas y fondos para las “vacas flacas”, es un precio óptimo por un tiempo.
¿Y qué pasará después si el segundo escenario se cumple?
Con unos meses de respiro para la economía industrializada y emergente no petrolera, es factible un repunte económico y con ello la aparición de una demanda más fuerte y allí aparece otra ola de precios fuertes. La historia continúa, ha sido siempre y así será hasta que la tecnología gradualmente indique el inicio definitivo de otro ciclo energético.
Por último, queda la preocupación por las emisiones. El comportamiento natural en mercados como EEUU o Asia-Pacífico, en caso de una disminución de los precios por más de 6 meses será el de conducir más y más. Si bien no es el parque automotor el principal causante de las emisiones, aún así el impulso al crecimiento de las mismas resultaría preocupante.
El precio es la mejor concentración de información que tiene un mercado. Aquí solamente asomamos algunas variables. Las más evidentes. Quedan por analizar el comportamiento del parque refinador, los inventarios y los mercados futuros.
La realidad es que un descenso de los precios del petróleo no debe sorprender a nadie, bueno, salvo a quien no quiso estar informado o quiso ignorar deliberadamente la naturaleza cíclica de la industria petrolera.
Es una buena noticia para el consumidor, muy mala para los déspotas (en la onda de las leyes de la petro-política de Friedman[1]) y preocupante para la sostenibilidad.
Para nosotros la fecha clave será la última semana de noviembre. Allí observaremos el despeje de los escenarios más importantes como la negociación entre Irán y EEUU, el avance de EI en Irak o la situación en Siria y Libia, así como la decisión final de los sauditas y el resto de las monarquías conservadores en la cumbre semestral de la OPEP.
Allí entenderemos realmente hacia donde se dirigen los sauditas y el mercado. Nosotros hemos presentado dos escenarios. Uno tercero y que no hace falta presentar es que de repente los sauditas reculen y decidan establecer recortes. Ya ha pasado en otras ocasiones. Nada indica que no vuelva a ocurrir. Un globo de ensayo para hacerle entender al mundo quién está al mando en la industria petrolera y vuelta a empezar.
[1] Para Friedman, la primera ley de la petropolítica postula lo siguiente: el precio del crudo y el ritmo de la libertad siempre se mueven en direcciones opuestas en estados petroleros ricos en crudo. Cuanto más alto sea su precio medio global, más se erosionan la libertad de expresión, la de prensa, las elecciones libres y justas, la independencia del Poder Judicial y de los partidos políticos y el imperio de la ley. Y cuanto más bajo sea el precio del crudo, más obligados se ven esos países a avanzar hacia un sistema político y una sociedad más transparentes, más sensibles a las voces de la oposición y más centrados en crear las estructuras legales y educativas que maximizarán la capacidad de su pueblo de competir, crear nuevas empresas y atraer inversiones del extranjero.




















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