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Cuando las ficciones tecnológicas complican nuestra existencia cotidiana

  • pontegea
  • 26 oct 2014
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 8 mar 2023

La lista ausente


Entramos al hotel en búsqueda de la sala de conferencia. Había que registrarse. Nada fuera de lo habitual hasta que ¡¡¡pufff!!! Una fila casi interminable indicaba el lugar de registro.


¿Hay tanta gente para esta conferencia? Nos cuestionábamos con la mirada mientras buscábamos el final de la fila.


Preguntamos al último de la fila. Esa persona con la que inmediatamente haces empatía en situaciones de este tipo. Nos respondió que “el sistema se había caído y el proceso de registro por tanto no se estaba llevando a cabo”.


Situación interesante nos dijimos. –¿Nos cuida el lugar en la fila por favor?- le pedimos al nuevo último de la fila que acababa de llegar y fuimos a observar el terreno en la mesa de recepción para el evento.


Cinco personas, azafatos probablemente, observaban con cierta sonrisa sardónica al técnico que intentaba dar explicaciones a la responsable del evento. Era evidente que entre los azafatos y el técnico no había buena comunicación, tal vez trabajaban para distintas empresas. La explicación que daba el técnico tartamudeando y salvando su responsabilidad, era que las personas encargadas de hacer el registro no sabían hacer su trabajo y afectaron el sistema. Algo no creíble a todas luces. Es un sistema y los que estaban allí al frente eran simplemente azafatos. La interface humana entre el sistema y la realización del simple acto de registro. El caos se comenzó a apoderar del evento. Los ponentes y directivos de las empresas patrocinadoras de la conferencia ya estaban entrando al auditorio. Solo faltaban los asistentes que estaban en fila esperando entrar con su identificación.


¿Por qué tantas complicaciones con algo que debería ser tan rutinario?


Sin duda un mal planteamiento del diseño del sistema y su despliegue. Tampoco había plan b. Una simple lista por lo menos[1].


El delirio de los Zuckerbergs


Siempre hemos tenido problemas serios en relacionarnos con las personas. Ninguno de nosotros se salva. Por eso Facebook o Twitter han resultado toda una maravilla para esta generación. Y pensar que la leyenda cuenta que al menos Facebook comenzó con un despecho derivado de una falla comunicacional. No sabemos si es solo leyenda pero la ficción de una red social está allí uniendo gente y generando comunidades con solo mover nuestros dedos. Hay no pocas ocasiones en que nos sentimos más cómodos hablando por Facebook o Twitter, afortunadamente no todo el tiempo.


“No hay Wifi, hablen entre ustedes mismos...” es el famoso cartel de alguna cafetería que refleja y mucho los cambios que las redes sociales y dispositivos móviles han introducido en nuestra cotidianidad comunicacionalmente.



En nuestra opinión las redes sociales son fascinantes pero también notamos que perdemos mucha destreza comunicacional al sentimos más protegidos delante de la pantalla táctil mostrando nuestras ideas u opiniones sin un contacto más personal y especialmente visual en tiempo real.


Estamos perdiendo en la distancia corta y si bien nos comunicamos y nos conectamos más, la calidad de la misma no necesariamente es óptima.


Una línea aérea confusa


Era una emergencia, nuestra compañera de trabajo tenía que viajar urgentemente porque su padre estaba gravemente enfermo. Inmediatamente llama a la línea aérea con la cual ya había comprado unos billetes para viajar de vacaciones. Ha pensado que puede adelantar el viaje y pagar una penalidad. La persona que le atiende le dice sencillamente que tiene que pagar una penalidad que cuesta el doble del valor del billete ya comprado. Nuestra compañera entra en pánico y todos entramos en su auxilio llevándonos las manos a los bolsillos y al saber el precio nos echamos para atrás.


El agente de la línea área al otro lado del teléfono escucha sus argumentos con llanto de desesperación incluido, llanto real pues su padre está en riesgo de muerte. Simplemente la voz masculina al otro lado de la línea atina a decir: “es lo que hay señorita. No podemos hacer nada”.


Uno de nuestros compañeros le sugiere a la ya inconsolable compañera que acuda directamente al aeropuerto. La acompañamos y expone su caso en el mostrador de la misma línea aérea. Otro agente o tal vez el mismo, no lo sabemos, luego de escuchar el caso revisa el sistema y le dice que tiene que pagar una simple penalidad. Ridícula si se quiere. Nuestra compañera ahora está con su padre.


Luego en la oficina concluimos sobre la importancia del contacto visual, las personas y la forma en que algunos “call centers” se han convertido en agencia de estafa sistematizada. No obstante, lo que más nos dejó desolado durante el resto del día fue ese: “es lo que hay”.


La cinta caminadora


Vivimos en una ciudad con muy buen tiempo y verdaderamente diseñada para caminar y correr. No obstante, nuestro amigo usa la cinta caminadora por comodidad. Un día decide correr en ella y se lesiona. Otro amigo maratonista le indica, que no use las cintas para correr pues te puedes lesionar. Es mejor el asfalto. Nuestro amigo prefiere la cinta y sin ella no corre, incluso en un domingo soleado.


Entre ficciones y realidades


La inteligencia humana tiene la capacidad de pensar cosas inexistentes que podrían ser buenas si existieran. Pensamos problemas, construimos ficciones que se convierten en realidades pero que no deja de ser una ficción en esencia. Dicha ficción puede ser constituyente, es decir, sobre la que se puede construir un proyecto pero que si desaparece, lo construido se desploma.


La reflexión sobre la realidad genera ficciones y las ficciones generan nuevas realidades que a su vez abren paso a nuevas ficciones.


Construimos herramientas que facilitan nuestros procesos perceptivos, cognitivos o comunicacionales y a veces tienen más de ficción que de realidad.


Existen ficciones necesarias como el dinero y otras arbitrarias como un sistema de registro innecesario. La clave es que muchas de estas ficciones son aceptadas y de allí pueden convertirse en convención y realidad no pocas veces desviándose del objetivo deseado. De allí la constante creatividad en búsqueda de soluciones en la medida que la inteligencia humana tiene que crear ficciones para aprehender la realidad.


El registro que quiso sustituir a la simple lista, la red social que quiere unir a personas en la lejanía pero que también separa en la cercanía, el call center de una línea aérea que está diseñado para estafar a un pasajero agobiado, la caminadora que lesiona. Son realidades que tienen mucho de ficción y por tanto cuelgan de un hilo apenas falla algunos de sus elementos.


De allí que para nosotros sea muy importante el contacto humano, la empatía, la búsqueda del contacto visual, el apostar por lo simple sin menospreciar ni mucho menos a las TIC. Solo que a veces olvidamos que parten de ficciones arbitrarias o que no necesariamente resuelven el problema para la cual fueron diseñadas. Nada fuera de lo habitual en toda creación humana. Siempre hay una huella con cada pisada y nuestro entorno siempre cambia con cada paso que damos.


No obstante al final de cada día, muchos reflexionamos sobre ese momento en el que las ficciones tecnológicas complican nuestra existencia cotidiana.


[1] El proceso de registro a través del “sistema” era muy complejo. Teníamos que entregar nuestros documentos de identidad, los cuales serían escaneados, una vez realizado esto se pasaba a otro registro de comprobación en una base de datos donde se confirmaba si habíamos pagado o no para luego tomarnos una fotografía e imprimir una credencial. Todos los sistemas fallaron y no tenían una lista para hacerlo manualmente. Lo que pudo ser algo más simple y menos contaminante terminó siendo un fiasco. Pasamos todos al evento sin credencial y lo peor en las puertas había lectores ópticos para precisar aún más nuestra asistencia. Lo curioso es que la responsable del evento culpaba en plena recepción a todos del fallo menos a los técnicos. Imagino que tampoco hizo autocrítica o una reflexión sobre la estafa que pudo haber significado contratar semejante sistema que podía ser resuelto con una mera lista. A veces necesitamos de la ficción para poder vivir sin darnos cuenta que muchas veces nos puede complicar la vida.

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