Cómo optimizar nuestro entorno emocional
- pontegea
- 18 oct 2014
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 8 mar 2023
¿Cómo absorber de cada actividad y de cada momento lo bueno y constructivo?
A diario nos invaden noticias, publicidad y sonidos que nos sumergen en una carrera en la que nos venden ideas de bienestar, status, éxito. Así mismo, vemos que lo material es lo que impera, que son los sentidos los que nos gobiernan y que parecer, se ha convertido en lo único importante. Ya no interesa quién ni cómo se es, sólo importa lo que se tiene, lo que se experimenta en un instante y se perpetúa en autorretratos que pretenden difundir una falsa idea de la felicidad, del logro y la realización personal. Vivimos en no pocas ocasiones generando, recibiendo y gestionando ficciones.
Somos gregarios y por ende nos relacionamos constantemente con nuestros semejantes. Solemos creer que lo hacemos con más frecuencia mediante los dispositivos móviles o la Web haciendo uso de redes sociales y páginas especializadas en contactar a personas. Pero ¿Qué pasa cuando dejamos de lado las redes sociales e intentamos interactuar en la vida real? ¿Por qué nos cuesta ser auténticos y nos escondemos tras máscaras de perfección o la ficción que queremos ofrecer? ¿En qué momento perdimos la capacidad de compromiso? ¿Cuáles son esas barreras que erigimos frente al otro que no nos permiten tener empatía y sensibilidad frente a situaciones dramáticas? ¿Por qué existiendo tantos caminos nos sentimos completamente vacíos y desorientados? ¿Qué es lo que hace que busquemos fuera lo que nos aterra buscar dentro de nosotros mismos? ¿Por qué nos cuesta tanto cultivar lo espiritual, lo interior? ¿Por qué tanto desamor propio y hacia los demás? ¿Será la inmediatez, lo banal y lo material aquello que nos está quitando lo importante? ¿Por qué nos falta amor hacia nosotros y hacia lo que nos rodea?

El ser humano es capaz de dar tanto amor como sentir indiferencia siendo más frecuente y visible la segunda que el primero.
Si dar un abrazo, extender una mano, sonreír, dar una buena respuesta, ayudar al desvalido, guiar al perdido son acciones y actividades que no suponen un gran esfuerzo ¿Por qué no las practicamos tan a menudo? Por el contrario, hacemos lo opuesto y volvemos cotidiana la indiferencia y en un escalón más arriba el rencor, la crítica mal encaminada, la burla, la mala contestación, la apatía, la mezquindad, la corrupción, el egoísmo, la ironía.
Qué distinto sería el mundo si lográramos actuar diferente. Con un poco de empatía, de amor hacia el entorno que nos rodea, hacia las personas que están a nuestro alrededor sin duda nuestro mundo sería mejor. Nada nuevo hasta aquí, el asunto es ¿Cómo?
Trabajar para aprender a mirar distinto.
Observar no sólo con los ojos, también con los oídos, con todos los sentidos nos permite construir una realidad más elaborada, menos basada en las percepciones que aunque a veces son muy importantes, deben ir acompañadas de información veraz, de conocimiento, escucha, análisis y comprensión.
Cómo conseguir información veraz: indagando, investigando, preguntando, leyendo, yendo a fuentes de información primaria y secundaria que nos permitan construir criterios sólidos.
Cómo escuchar: hacer una escucha activa requiere de concentración, atención, retención y parafraseo, o de repetir con mis propias palabras lo que creo que me comunicó el otro. De esta manera se construye una realidad válida para las partes porque en el momento en que se ponen de acuerdo en lo que se ha hablado, existe una realidad común. Esto es algo muy simple pero que no estamos acostumbrados a hacer y nos cuesta trabajo implementarlo en nuestro diario vivir. Pero si hacemos el esfuerzo, veremos cómo con esta simple acción, nos evitamos malos entendidos, ahorramos tiempo y esfuerzos, optimizamos la información y los resultados que obtenemos de ella.
Cómo comprender: Este es un tema interesante. Hay muchos autores que dicen que para comprender al otro hay que ponerse en sus zapatos. O meterse en la piel del otro. Esto puede ser interesante si se lograra realizar en la práctica. Generalmente hablamos de sentir empatía con el otro para poder entender su posición. Hay que tener en cuenta no solo sus circunstancias. Sino sus sentimientos, su realidad, su carga emocional. Muchos dirían que es imposible hacer esto con todo el mundo y todo el tiempo. Pues no es tan difícil y tampoco se requiere hacerlo con cada persona con la que nos topamos. Afortunadamente, no todo el mundo tiene la misma actitud, ni la misma problemática en la vida. Hay quienes necesitan ser escuchados, hay quienes no quieren comunicar y otros simplemente solo quieren intercambiar.

En mi trabajo suelo tener mucho contacto con el público y me llama la atención que desde hace ya varios años las personas se acercan a mí para preguntarme cosas, para que le dé indicaciones o para contarme su vida y sobre todo, sus problemas. Yo simplemente, les sonreía y si podía les ayudaba. Luego me fui dando cuenta de que no eran casos aislados y que se volvía cada vez más frecuente.
Aquello me hizo reflexionar y pensar en cuál sería la razón por la que las personas afligidas o desorientadas se acercaban a mí.
Cuál es ese imán que los atraía hacia mí.
Un día, esperando en un aeropuerto me puse a reflexionar sobre todo esto y mientras escribía en mi cuaderno y jugaba con mis pensamientos una chica se acercó a donde me encontraba sentada y me preguntó si sabía dónde encontrar un cajero automático. Era la primera vez que estaba en ese aeropuerto pero me había fijado justamente en donde estaban ubicados los cajeros automáticos porque cuando pasé junto a éstos, estaban reparando uno de ellos con lo cual, le sonreí a la chica y le indiqué la dirección. Ella se disculpó por molestarme y se fue corriendo con una sonrisa de agradecimiento y cierta tranquilidad. Yo le sonreí y continúe con mis ideas. Más tarde fui a tomar un café y mientras seguía esperando observé a la gente que estaba a mí alrededor. Muchas personas tenían carteles con los nombres de aquellos a quienes esperaban, otros salían muy serios en dirección de la puerta de salida y algunos se paraban a buscar con la mirada a quien los esperaban. Siempre había una sonrisa más o menos espontánea en el momento del encuentro. Me quedé pensando en qué era lo que les hacía sonreír y noté que el contacto visual era clave en esos encuentros y en la respuesta emocional y corporal que le precedían y pensé, creo que he descubierto una de las razones de por qué se acercan algunas personas a mí. El contacto visual, la sonrisa o un simple gesto de amabilidad. Sin querer, es algo que hago desde pequeña y muchas veces sin darme cuenta. Esto genera cierto grado de empatía o por lo menos creo que contribuye a eliminar barreras de comunicación e invitar a “confiar”.
Algún tiempo, mientras estudiaba en la universidad, trabajé en una tienda de joyas de plata y bisutería. Tal vez allí fue donde comencé a experimentar con más frecuencia y con más profundidad, la necesidad de la gente de ser escuchada. En un principio creía que era un comportamiento habitual de los clientes y que le sucedía a todas mis compañeras de igual manera pero descubrí que no era así. Poco a poco fueron llegando en su mayoría mujeres aunque también iban algunos señores, que no sólo querían comprar alguna pieza para ellos o para regalar. En muchos casos, esa era la excusa que utilizaban para poder entablar una conversación, en principio muy banal, que luego se tornaba en confesiones de su vida y sus sufrimientos. Yo escuchaba pacientemente hasta que terminara y no en pocas ocasiones, tuve que lidiar con llantos y situaciones de desesperación.
No he estudiado psicología ni ciencias sociales, humanidades, psiquiatría, ni medicina, con lo cual, no sentía que pudiera ayudar desde un campo profesional. Pero realmente, no creo que buscaran eso. Tal vez necesitaban ser escuchados y desahogar su dolor y sus penas sin sentirse analizados o juzgados. Así que decidí escuchar y cuando veía que querían ser aconsejados les intentaba ayudar dándoles consejos desde mi punto de vista.
Estas personas comenzaron a volver periódicamente y sin querer comencé a desarrollar el papel de oyente y medio guía para cada uno de ellos. Me alegraba ver que luego de nuestras conversaciones iban mejorando su ánimo y tratando de cambiar su realidad, de mejorar su día a día. Intentaban ir haciendo pequeños cambios en su forma de actuar o de asumir los problemas y eso les daba una luz distinta. Adicionalmente, y sin quererlo, conseguí aumentar las ventas pues me llegaban muchos clientes referidos por aquellas personas.
Fue una experiencia muy intensa, gratificante y nueva para mí.
Allí descubrí que podemos llegar al corazón de los demás, podemos tocar el alma del otro si nos tomamos unos instantes y decidimos regalárselo al otro. Si somos capaces de escuchar, hacer empatía, comprender y evitar juzgar o aconsejar porque pensamos que somos nosotros los que tenemos el conocimiento y la razón.
Si somos capaces de ubicarnos en el mismo nivel del otro para comprender su posición, no para avalarla o rechazarla. Si nos sentimos humanos y somos capaces de cobijar con una palabra dulce, con un gesto suave, con un abrazo cuando se requiera, con un silencio largo y comprensivo, con una palabra de aliento, con una mirada honesta, con una sonrisa que ilumine un momento de oscuridad, si somos capaces de ser bondadosos, entonces podremos comenzar a ser más que un grano de arena, una semilla que germinará en buenos frutos y en armonía a su alrededor.
No solo vivimos en la era de la gestión de la información y del conocimiento. También vivimos en la era de la gestión de las emociones y tenemos que trabajarlas con toda nuestra capacidad cognitiva para lograr la mejor forma de optimizar nuestro entorno emocional.




















Comentarios