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Poder y creatividad o cómo evitar que mueran en vida nuestras organizaciones

  • pontegea
  • 26 sept 2014
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 8 mar 2023


Hasta ahora hemos hablado de la creatividad como el estado dinámico bajo el cual nosotros como individuos potenciamos nuestra capacidad de innovación y adaptación a distintas esferas de la vida.


Ha llegado la hora de hablar de la creatividad en el marco de las organizaciones, desde las administraciones públicas hasta las empresas privadas, desde las ONG hasta un club de golf.


Nuestra naturaleza nos obliga a socializar constantemente. Rara vez podemos aislarnos y rara vez podemos evadirnos del poder.


No hablamos solo del poder político, sino también del poder social[1]. El poder puede potenciar, restringir o configurar nuestra creatividad desde el mismo momento que, como acción, nos permite incidir en el comportamiento de otros individuos o colectivos, incluso en nuestras propias capacidades, a la hora de lograr un cometido. Somos siempre objeto o sujeto del poder cada segundo.


En las organizaciones, el poder es evidente en los significados y relaciones entre sus miembros, constituye la dinámica por la cual fluye caóticamente una serie de acciones de influencia, dominio, persuasión, coacción, que parten de nuestros deseos más esenciales y también de nuestros miedos.


Cualquiera de las acciones anteriormente mencionadas puede determinar la configuración de un entorno propicio para crear y activar procesos innovadores o evitar que aparezca el mismo.


Podemos toparnos con una dinámica de poder resistente al cambio o que va en otra dirección que no le permite percibir cognitivamente el valor de aporte creativo o innovador o podemos encontrarnos con una estructura favorable a la adaptación creativa.


¿Cuántas veces nos callamos porque el jefe o su favorito dominan una reunión? O al contrario ¿Cuántas veces un superior no nos llama aparte para pedirnos más explicación sobre esa idea que manifestamos en otra reunión animándonos a pensar en forma creativa?


Un factor determinante dentro de estos procesos es la mejora continua de la comunicación y entender claramente cuál es el bucle que retroalimenta constantemente una relación de poder.


Comunicar como parte de complejos procesos cognitivos no resulta fácil. Muchas veces es en la comunicación cuando se generan dinámicas negativas que reducen las posibilidades de potenciar la creatividad. Una mala respuesta ante momentos de presión, una mala gestión de equipos, la aparición de redes internas de influencia y de pensamiento grupal, puede llevar al traste no solo la capacidad creativa de una organización sino todo su funcionamiento.


La comunicación, como parte de nuestro desempeño cotidiano, refleja y mucho la naturaleza encubierta o real de nuestros deseos.


Ante todo somos seres humanos y, como tal, vivimos deseando. Tenemos incluso el deseo de tener más deseos y más fuerzas para satisfacerlos.


El poder normalmente emerge en circuito del deseo. El deseo no tanto de dominar (que es implícito en no pocas ocasiones), como el de expandir el poder del yo (Marina, 2008). Este deseo funciona en forma progresiva y escalonada:


Afirmación-distinción-liberación-ampliación de posibilidades personales-competición-dominio.


Afirmamos nuestros yo, nos distinguimos de los otros, nos liberamos en cuanto podemos y ampliamos las posibilidades personales (sea material, espiritual o intelectual) para competir con esos otros y si es posible dominarlos.


No todos entramos en ese circuito. Depende de cada personalidad y cada deseo pero normalmente lidiamos con dicho circuito en casi todas las relaciones de poder. La acción como capacidad para llevar a cabo esos deseos y hacer que otras personas los cumplan es la marca distintiva del que quiere ejercer el poder.


Es normal que esto ocurra y, por tanto, hay que saber identificar en qué parte del bucle estamos, qué rol jugamos y como evitar que el deseo canalizado por otro o por nosotros mismos termine por restringir la creatividad o promoverla en caso tal que el mismo solo busque incidir en el entorno organizacional para que se genere una dinámica creativa innovadora.


En el caso negativo, la comunicación juega un rol estelar. La persuasión y la influencia se constituyen en herramientas poderosas si se está alerta cognitivamente y se descubre la naturaleza del deseo que restrinja la creatividad, desde uno producido por un miedo al cambio hasta uno ocasionado por asunto de mala gestión del ego o sencillamente de sesgo cognitivo o ignorancia. En el caso positivo, el asunto es más fácil. Se trataría sencillamente de ayudar a canalizar las energías y mantener en constante retroalimentación de deseos constructivos y creativos.


Dejar morir una organización de mengua es fácil. Algunas ya están muertas en vida y se mantienen por la inercia de los recursos y otras relaciones de poder exógenas, pero sus integrantes están dentro sin expandir todo su potencial creativo e innovador. En ocasiones ocurre el milagro de la entrada de un actor disruptivo pero de no existir recursos o poderes exógenos la decadencia está asegurada.


Nosotros como individuos vivificadores de nuestras organizaciones debemos entender que una buena comunicación y una adecuada gestión del poder dentro de las mismas constituyen las vías adecuadas para crear fluidez en todos los procesos creativos en los que estamos inmersos. Lograrlo no es fácil, pero ya estar consciente de que es una realidad cotidiana y que pueden encontrarse soluciones ya es un avance.


¿Hasta dónde somos capaces de poder ampliar nuestra capacidad creativa dentro de nuestras organizaciones?


Fuentes Bibliográficas


Marina, José Antonio (2008). La pasión del poder: Teoría y práctica de la dominación. Madrid, Anagrama.


Notas

[1] Hay una enorme cantidad de conceptos de poder. Todos con implicaciones y enorme trascendencia en los campos de la politología, filosofía y sociología. En esta entrada entendemos como poder la capacidad de realizar una acción o la facultad de convertir en acto una posibilidad. Tal como lo entiende Giddens: “la capacidad transformadora inherente a la acción humana”. Tiene poder quién puede determinar, controlar, dirigir, decidir la acción de otro individuo o colectivos.

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