¿Qué le espera a Venezuela?
- pontegea
- 22 may 2014
- 22 Min. de lectura
Actualizado: 8 mar 2023
22 de mayo de 2014
Entender Venezuela y su situación actual no es fácil porque es un país atípico.
Para comenzar, la mayoría de sus ciudadanos asumen con fervor la creencia de que viven en un país rico sin serlo. La renta petrolera lo paga todo y el administrador de esa renta, es decir, el Estado, es el responsable de la suerte de sus ciudadanos.
¿Quiere decir que los venezolanos no trabajan ni producen? En lo absoluto. Trabajan mucho y producen en la medida que el Estado se lo permite o facilite pero exportar y competir productivamente está lejos de la mentalidad del grueso de la ciudadanía y a tenor de sus últimos 100 años, salvo por el petróleo, al Estado o a buena parte de la clase política que controla o aspira controlar sus riendas no le interesa que se produzca en forma diversificada, se compita, se innove y se exporte (con sus excepciones claro está).
De la misma forma, Venezuela casi nunca ha tenido oligarquías y mucho menos élites con conciencia de serlo. Tal vez la única élite, por así llamarlo, con confianza en sus capacidades (y se puede decir exagerada confianza), ha sido la élite militar. Del resto, la política, la empresarial, la sindical y la académica han sido endebles, pasajeras, frágiles sin voluntad ni sentido histórico a pesar del gran talento que mina al país.
Entre 1905 y 1973 Venezuela vivió su proceso de consolidación como Estado Nacional. Entre 1973 y 1989 este proceso comenzó a sufrir los embates de factores distorsionadores como la escasez de criterio para administrar los booms petroleros, el debilitamiento de la integridad intelectual de sus élites, sobre todo la política y, en consecuencia, el progresivo debilitamiento de sus instituciones democráticas y empresariales.
Existió una “ilusión de armonía” y una parte de la Venezuela más despierta detectó las fallas y los correctivos pero la sociedad no asumió con templanza la idea de que Venezuela debía prepararse para entrar a una fase post-rentista petrolera. En otras palabras, el grueso de la sociedad quiso seguir el festín y seguir viviendo su “ilusión de armonía”.
La desigualdad agudizada por la mala administración de la renta petrolera y la desconfianza justificada hacia la clase política llevó a un período paradójico de convulsiones que preparó el camino para que un líder carismático como Hugo Chávez recreara al menos por unos años la “ilusión de armonía” perdida y el relanzamiento del mismo modelo petro-rentista que ya no era viable pero en versión “Chávez”[1].
Entre 1989 y 1992, una generación de venezolanos académicamente probos liderados por un Presidente que había perdido su estrella recién comenzado su gobierno (Carlos Andrés Pérez), intentó dar “el gran viraje” hacia una Venezuela post-rentista y no pudo. Sus mismos aliados políticos y empresariales le dieron la espalda y entre conspiraciones se alzó un desconocido Teniente Coronel, Hugo Chávez, que terminó por despertar ese lado oscuro de los venezolanos, ese lado que legitima al “taita”, al caudillo, que siempre ha estado allí pero que pudo ser controlado gracias al ímpetu “institucionalizador” vivido entre 1905 y 1973.
Chávez prometió el retorno al paraíso petro-estatal a través de su revolución justiciera inicialmente nacionalista y bolivariana. Una parte de la ciudadanía le siguió y le hizo llegar a la presidencia. El Chávez entre 1999 y 2001 fue un Chávez controlado que poco a poco comenzó a asomar maneras y gestos de gobernante personalista tradicional. Ya con el llamado a la Constituyente, la aprobación de una nueva constitución que consolidó el poder del Ejecutivo Nacional sobre el resto de los poderes y el cambio del nombre del país, se comenzaron a observar gestos claros de un proyecto dominante y disruptivo.
El Chávez entre 2001 y 2005 fue el Chávez que desmontó definitivamente al régimen democrático apoyado en el fracaso de las primeras oposiciones civiles y militares e intentó estructurar otro régimen democrático bolivariano y revolucionario orientado a romper con el paradigma de la democracia liberal.
La democracia chavista es otra. Los calificativos que se le da a esta son muchos y los politólogos han desplegado mucha literatura al respecto, pero la democracia chavista dista mucho de lo que normalmente en el mundo se conoce como democracia. Ganaba elecciones pero gobernaba no democráticamente aunque demostró ser un buen táctico a la hora de avanzar y retroceder en su intento de implantación de modificaciones institucionales en torno a su figura. El Chávez entre 2005 y 2013 es el socialista pro-cubano y claramente orientado a consolidar su poder personal y la influencia de la Habana en la política interna venezolana.
¿Quiere decir esto que los mandatos de Hugo Chávez fueron buenos o malos? Apreciaciones hay para todos los gustos y no es el objeto de esta entrada hacer un balance. Los resultados son ambivalentes y como en todo hay resultados positivos y negativos. Nos interesa si apuntar que Venezuela bajo Chávez se manejó bajo claves muy distintas a las de un país clásico en el cual invertir y producir y que aún ahora, en la Venezuela Post-Chávez, manejarse dentro y frente a Venezuela requiere algunas precisiones sobre cómo está funcionando el régimen chavista y hacia dónde va bajo el liderazgo de Maduro.
Esta entrada está orientada precisamente a estos tres objetivos: 1) aproximarnos a los orígenes y la naturaleza del régimen chavista, 2) aproximar al lector a características esenciales de su funcionamiento y 3) dar nuestros escenarios sobre el futuro de dicho régimen y su impacto sobre Venezuela.
Petro-rentismo y democracia a lo Chávez
Chávez desmontó las relaciones de poder instauradas entre 1959 y 1999. En otras palabras, Chávez desmontó un régimen que en esencia estaba agotado en todas sus vertientes a pesar de haber sido uno de los más interesantes de la vida republicana venezolana.
El chavismo como visión y forma de hacer política se consolidó en la medida que reeditó y reforzó la creencia central del venezolano común de que el “Estado Mágico” con toda la “riqueza” petrolera es el responsable de su destino como ciudadano[2].
No obstante, si bien Chávez desmontó un régimen y para ello provocó cambios en el funcionamiento institucional del país, el vacío o el caos dejado por dicho desmontaje no fue sustituido o llenado por instituciones fuertes que apuntalaran en eficacia y eficiencia los logros de su gestión “revolucionaria”.
La consecuencia más clara en todo este proceso ha sido que las instituciones que venían debilitándose antes de 1999 y que fueron sometidas a cambios profundos para supeditarlas al poder personal de Hugo Chávez, no solo no recuperaron su fortaleza sino que se desintegraron en su operatividad y accionar.
Hoy en Venezuela, algo que ya se venía viviendo en los últimos años del gobierno de Hugo Chávez, no hay un gobierno y una política sino varios gobiernos o trozos de gobiernos controlados en un principio por capataces políticos del presidente Chávez y ahora por distintas facciones herederas en el poder. El gobierno de Maduro hoy en día vive lo que suelen vivir otras estructuras de poder económico u otras formas políticas cuando el líder fallece. Es decir, una disgregación del poder entre sus lugartenientes y un equilibrio inestable solo mantenido por el miedo a perder ante un enemigo implacable que llegue a controlar la renta petrolera con la cual se mueven desde las hojas hasta las políticas públicas en Venezuela.
La renta petrolera en Venezuela paga los ejércitos, paga el soporte de los gobiernos vecinos, paga los medios de comunicación, paga el lobby petrolero que hace que la comunidad internacional sea poco empática con cualquier lamento de quienes estén en la oposición, paga casi todo lo que sea susceptible de venta y tal como están las relaciones de poder en Venezuela y la naturaleza de su clase política abandonar dicha renta es en la práctica perder el piso y su razón de ser, es decir, el poder. La renta petrolera arma espejismos favorables. Espejismos necesarios para el mantenimiento de una fuerza y la retroalimentación perceptiva y material del poder.
La disgregación del poder personalista o como funciona ahora el chavismo
La disgregación del poder del líder fallecido ahora en manos de sus lugartenientes tiene una dinámica bastante peculiar que ya se daba en los últimos momentos de Chávez con vida.
Para comenzar bajo Chávez se estaba ante un gobierno cívico-militar y ahora, con Chávez muerto, se está bajo varios gobiernos cívicos-militares o partes de gobiernos cívicos-militares que aún mantienen un equilibrio y no compiten agonalmente entre sí pero que pueden entrar en fase de enfrentamiento en cualquier momento.
Maduro no controla el poder, tampoco Diosdado. Son muchos los factores de poder encontrados que se tejen en forma compleja entre empresarios tradicionales, boliburgueses, militares chavistas nacionalistas y militares chavistas pro-cubanos, civiles del partido de gobierno con orientación pragmática y otros ideologizados, todos con una cantidad enorme de dinero en sus cuentas y más aún teniendo en nómina a connotados dirigentes de la oposición.
Así que cuando observen las negociaciones a través de los medios de comunicación no crean realmente que la oposición sea la única oposición o que la oposición sea realmente la oposición o que el oficialismo sea solo oficialismo. El asunto es más complejo de lo que parece.
Los líderes chavistas con mayor capacidad financiera controlan parcelas o trozos de las instituciones que antes respondían solo a la voz del presidente Chávez y ahora están colonizadas por uno o dos líderes chavistas por institución.
Las facciones se están multiplicando y si bien algunas tienen más peso que otras, de momento, solo reaccionan coherentemente a la hora de confrontar a la oposición pero no a la hora de gobernar.
Dentro del chavismo hay un sector pragmático que quiere estabilizar al país desde el punto de vista financiero y replicar el modelo chino. Es decir, el poder concentrado en un solo partido con solo algunas vertientes periféricas del mismo a compartir y el mercado más libre posible. No obstante, recuperar la economía y las cadenas de suministros tardará su tiempo y la facción ideologizada socialista junto a la militarista (que no quiere que Maduro se estabilice), tienen neutralizado al actual presidente. Tampoco Maduro tiene la fuerza suficiente y la convicción para saber equilibrar las tensiones y superarlas en pro de encontrar soluciones a un corto plazo económico bastante doloroso.
Cuando las cosas no son lo que parecen
El hechizo del verbo de Chávez desapareció, la marea emocional de su recuerdo bajó y los mismos chavistas comenzaron a notar entre sí que unos tenían más hábitos contra-revolucionarios capitalistas que otros y que ya los beneficios no llegaban a sus cuentas de la misma forma, es decir, comenzaron a quedarse cada vez más estancados arriba, entre los que más alto estaban en la escala de poder.
Para un chavista ferviente, semejante fenómeno va contra el legado del “comandante eterno”[3]. En consecuencia, el descontento comenzó a cundir entre las bases chavistas.
Aún el chavismo se niega a creer que el legado del “comandante eterno” sea la crisis que le toca afrontar ahora a Maduro. Una situación financiera caótica que puede poner en riesgo el futuro de la revolución. Para ellos lo que ocurre ahora no hubiese ocurrido bajo el liderazgo del “comandante eterno” y no forma parte de su legado.
Todas las riquezas del chavismo y de sus agentes dentro del liderazgo de la oposición están en EEUU o en paraísos fiscales a buen recaudo. De allí las sorpresivas declaraciones de Jacobson ante el Senado de EEUU.
Las bases chavistas están descontentas con el liderazgo chavista actual y las bases opositoras no soporta a la MUD.
La MUD está mucho más debilitada en la calle de lo que se piensa mientras que el PSUV vive su procesión en forma más discreta.
Por ello las negociaciones que tanto preocupan a la comunidad internacional y que parecen no viables salvo para ciertas concesiones simbólicas por parte del chavismo, se hacen con representantes de la oposición que no son legítimos portavoces de la calle y con líderes del chavismo cuyo único poder deriva de sus cargos, su ascendencia en las instituciones resquebrajadas, su disposición de recursos materiales y el rol de herederos del “comandante eterno” pero salvo por uno o dos líderes a cada banda, ninguno de los sentados en la mesa están negociando sobre bases reales de poder que pueda neutralizar el descontento politizado de la oposición y el social que está emanando dentro del chavismo.
En otras palabras, las negociaciones con participación de la comunidad internacional no llevarán a ninguna parte salvo que Maduro decida virar hacia una política económica no socialista centralizada y decida en cierta forma hacer gestos contundentes de conciliación.
Maduro como bien alertan algunos voceros de la misma oposición es rehén de los radicales, pero muchos miembros del liderazgo de la oposición son operadores políticos de agentes económicos del chavismo.
Esto puede ser una oportunidad para la despolarización del país y el encuentro entre las partes pero los radicales civiles y militares del chavismo bombardean un día sí y otro también cualquier gesto de acercamiento y entendimiento.
Sin duda, la pelota está en el campo de Maduro en ese sentido y de él depende un cambio sustancial a corto plazo en la política venezolana.
Resistir en Venezuela: negocios y vida cotidiana
En este momento Venezuela es un mercado reprimido por una serie de controles económicos-financieros, comunicacionales y de seguridad pública.
No obstante, el poder de consumo de dicho mercado es enorme y solo bastaría una relajación de los controles y unas medidas oportunas en cuanto a política monetaria, fiscal y de seguridad pública para que el país tome un ritmo ascendente y de recuperación aún sin democracia liberal.
El modelo chino es posible en Venezuela más allá de la fuerza que emana de la renta petrolera. La clave está en liberar la economía en forma gradual sin dejar a un lado las políticas sociales adecuadas y eficaces (que no lo son en su mayoría) para la población que sigue estando desfavorecida.
Para el chavismo en todas sus vertientes altamente ideologizadas es difícil creer en esa posibilidad sin el control absoluto del Estado. Pero para el chavismo pragmático y la oposición ese sería un buen comienzo.
¿Cómo apostar a Venezuela?
Pontegea recomienda a las empresas que hacen vida en Venezuela y puedan resistir financieramente aguantar un poco más. Es factible que por el impacto de la crisis del sector financiero público el país tenga que arrancar apalancándose en el sector privado y allí seguramente aparecerán buenas oportunidades en los sectores telecomunicaciones, energéticos, infraestructura, finanzas, servicios y alimentación. No obstante, todo dependerá de las próximas semanas y las medidas económicas que tomen Maduro y Rafael Ramírez.
Venezuela no solo es un mercado potente y tiene petróleo sino que tiene una de las diásporas empresariales más interesantes en Colombia, Panamá, EEUU y España que pueden garantizar una red de inversiones, Know How, contactos y talentos a la hora de un relanzamiento de su economía.
Esas diásporas empresariales quieren solo tres cosas. 1) Más libertad monetaria, 2) más seguridad jurídica y 3) más seguridad pública. A la mayoría les da igual si está o no el chavismo en el poder.
Ciertamente muchos venezolanos bien preparados están abandonando el país. No les vamos a mentir. Vivir en Venezuela es muy peligroso y los indicadores al respecto sobran. Sobrevivir es la palabra más adecuada para describir la cotidianidad en el país tanto desde el punto de vista de la eficacia de las cadenas de suministros, los servicios públicos como por la seguridad jurídica y pública.
Aún así, resistir es la mejor opción al menos por un año más y dependiendo de las posibilidades de su negocio y contactos dentro del país.
Quedarse o irse del país es una decisión compleja pero bien vale la pena sopesar elementos vinculados a las potencialidades del mismo y el tipo de negocio o actividad al que se está dedicando.
Tomando en cuenta cómo se desarrolla la vida diaria en el país la palabra clave en cada paso que dé es la precaución. Nunca dar algo por sentado y sobre todo ser discreto y tomar las medidas de seguridad correspondientes.
Lo que se espera
Ya han pasado 100 días de protestas. Protestas que no fueron planificadas por la MUD, que le tomaron por sorpresa en cuanto a repercusiones incluyendo a los que organizaron “la salida” (Voluntad Popular, María Corina Machado y Antonio Ledezma).
La repercusión fue mucho más mediática gracias a las redes sociales y el ciberespacio que en el terreno real. Esto, desde luego, no minimiza la realidad del descontento.
Tampoco se puede hablar que haya existido un plan pre-concebido por la oposición en términos operativos y de operaciones psicológicas a través de las redes sociales porque para comenzar no existe una oposición, existen decenas de oposiciones y no poco de lo visto en las redes sociales obedecieron a campañas bien montadas por los órganos de inteligencia del gobierno de Maduro controlados por dos facciones distintas interesados en que las protestas se extendieran para hacer saltar la liebre en el sector militar y detectar liderazgos emergentes.
En el terreno, los estudiantes fueron pieza clave en el desarrollo de los acontecimientos. Algunos de ellos tienen conexión con los partidos políticos opositores pero no se puede decir que todos respondan a instrucción de dichos partidos. Otros han sido líderes emergentes y la mayoría una parte de una generación perteneciente a la clase media que no ve futuro en su propio país y tomaron iniciativa por su propia cuenta.
El elemento detonante de las manifestaciones no fueron los estudiantes sino la mala gestión de la represión por parte del gobierno. El uso de mecanismos represivos desproporcionados incluyendo a los cuerpos de inteligencia, policía y guardia nacional, elementos del ejército y grupos paramilitares llevaron la conflictividad a un punto álgido con un saldo lamentable de muertos y heridos.
La situación de protestas no fue generalizada. Estuvo restringida a 5 o 6 ciudades y solo una parte de las mismas. A estas protestas se unieron activistas de la clase media y oposición radical pero como era de esperar su ímpetu no fue tan persistente y el esfuerzo de mantener la actitud reivindicativa permaneció siempre en manos de los estudiantes y su espíritu de sacrificio.
Estudiantes, dicho sea de paso, que no tienen voz en la actual mesa de negociación. Algo curioso pues en dicha mesa están los encargados de la represión y una contraparte que poco tiene que ver con las protestas como es la MUD pero que si ha capitalizado mediáticamente la situación para asumir una representación de una parte del país que le aborrece y está en la calle en forma poco organizada.
100 días y los estudiantes pretenden seguir. Nada nuevo bajo la historia de Venezuela. Siempre los estudiantes han estado allí como fuerza disruptiva y modificadora en no pocos casos del escenario político a medio y largo plazo.
En estos 100 días hemos vistos dos oleadas de manifestaciones. La primera fue la de los estudiantes que en respuesta a los mecanismos de represión desplegados en las ciudades de San Cristóbal, Mérida, Barquisimeto y Caracas terminó expandiéndose e intensificándose para recibir una segunda oleada protagonizada por vecinos de clase media en las tres últimas ciudades y comerciantes y sus familiares afectados por las medidas de control fronterizo desde el punto de vista cambiario en el estado Táchira. Sin duda en los sectores populares o más pobres se sintieron serios intentos de manifestar pero el control en algunos barrios de los colectivos paramilitares chavistas restringió esa posibilidad.
Estos 100 días marcan solo un inicio y están a la espera de una tercera oleada distinta a las recientes manifestaciones opositoras y que emanará con un fuerte sentido reivindicativo social con fuerte apoyo de las bases chavistas. Esta tercera oleada será aún más fuerte y sostenida y avanzará de forma distinta a la que se han visto en los últimos 100 días. Será más expansiva y sostenida aunque menos espectacular y menos reprimida. Serán protestas que sensibilizarán con mayor fuerza al principal pilar de la estabilidad del gobierno de Maduro, es decir, a las fuerzas armadas.
Las fuerzas armadas no son opositoras. Se podría decir que tiene un reducto institucionalista pero un 60% de sus integrantes es chavista y está conforme por el trato que se le ha dado en el marco de la revolución (más poder y más dinero). No obstante, no pocos militares chavistas quieren volver al origen de la revolución bolivariana que no era en lo absoluto socialista sino nacionalista.
Muchos de estos militares observan que el “legado de Chávez” está siendo destruido por el gobierno de Maduro, la injerencia cubana y la colaboración de Cabello. Estos militares, con unidades de mayor poder de fuego en el Ejército, Armada y Aviación, no violarán la constitución por el llamado de un líder de la oposición ni mucho menos por manifestaciones de los estudiantes o vecinos de clase media, pero si ante una expansión del descontento a las zonas populares del país.
Si cinco ciudades y solo 12 municipios de 335 estremecieron los cimientos del gobierno de Maduro no hay que poner mucha imaginación para esperar lo que podría pasar si las protestas pasaran a más sectores urbanos y organizaciones sindicales o vecinales pero en manos del pueblo chavista.
El chavismo de base no ha protestado con fuerza en la calle porque este momento resulta inédito para sus mentes, pero tal como evolucionará la situación económica, la posibilidad de que se incorporen a protestar declarándose chavistas pero pidiendo aún así la renuncia de Maduro y el retorno a la “ilusión de armonía” que le brindó el “comandante eterno”, siempre en el marco de la revolución, nunca “pactando” con la oposición, al menos a corto plazo, está a la vuelta de la esquina.
Semejante posibilidad si haría movilizar a las fuerzas armadas a entrar en forma frontal a cambiar el equilibrio de la situación con un pronóstico reservado tanto para la oposición como para el chavismo.
Esta tercera oleada es temible y dependerá en cómo el gobierno logre aplicar las medidas económicas sin impactar al bolsillo de los venezolanos y sobre todo sus mentes. Algo prácticamente difícil de evitar.
No obstante, aquí hay que tener mucho cuidado. Recordemos que hablamos de un país caribeño que tiene sus peculiaridades culturales. En ese sentido, también es factible que no ocurra esta tercera oleada y que, como buen pueblo caribeño, los venezolanos afectados asuman una posición de indiferencia ante las dificultades, lo cual, ha pasado en otros momentos de su historia o que sencillamente observe que la represión tanto en su vertiente oficial o paramilitar termine siendo desestimulante de cualquier actitud crítica y resulte mejor esperar un poco más antes de salir a la calle a protestar, edulcorado, claro está, con la hegemonía comunicacional del gobierno. Eso también es factible.
Aún así, desde nuestra perspectiva y sopesando otras variables, tomando en cuenta ambas posibilidades, parece más probable que aparezca esta tercera oleada de protestas con consecuencias que pueden derivar o bien a un cambio de gobierno o bien a un cambio de políticas.
En tal sentido, proponemos una serie de escenarios que pueden ser útiles para visualizar el futuro a corto y medio plazo de la situación en Venezuela.
Posibles escenarios a corto plazo
Cuando hablamos de corto plazo, lo hacemos pensando en lo que queda de 2014.
1 La salida de Maduro y la continuidad del chavismo: asume Arreaza y se convocan a nuevas elecciones presidenciales.
Aparece una tercera oleada de manifestaciones, la guardia nacional, la policía nacional y los grupos paramilitares de represión, incluyendo los expedicionarios cubanos, no pueden contenerla o al menos no saben cómo pacificar las calles y con su deficiente gestión de la represión terminan provocando más protestas. Maduro pierde el control, llama a las fuerzas armadas y las fuerzas armadas sugieren junto a factores pragmáticos y factores militaristas del PSUV la renuncia de Maduro y el ascenso al poder de Jorge Arreaza, actual Vice-Presidente Ejecutivo. Maduro y su esposa quedarían como “cabezas de turco” en la situación. Arreaza es más pragmático aunque carece igual de carisma. Intentará equilibrar aún más dejándose asesorar por José Vicente Rangel, Rafael Ramírez y Merentes, pero igualmente recibirá presión de los cubanos y Diosdado Cabello. Constitucionalmente tendría 30 días mientras se organizan nuevas elecciones, pero es factible un alargue de dicho período en forma interesada con aval del Tribunal Supremo de Justicia. La clave bajo este escenario para el chavismo será sortear los efectos de las medidas económicas y lograr una convocatoria del sector privado sin afectar los intereses de los militares tanto del ala financiera boliburguesa, los de Diosdado y los de los nacionalistas chavistas. Todo un desafío de difícil resolución. No obstante, para llegar a ese punto se necesita un nivel de conflictividad aún más intenso que el observado en los puntos más álgidos de estos últimos 100 días y con elevado registro de protestas en sectores populares chavistas. El chavismo seguirá en el poder y la oposición permanecerá dentro de un rango controlable. Sus líderes más extremistas detenidos o fuera de juego hasta que prometan un comportamiento menos insurreccional y los más institucionalistas preparándose para unas elecciones que seguramente perderán a tenor del rechazo que las bases opositoras sienten hacia Capriles y el resto de los líderes de la MUD, además de la desconfianza en el sistema electoral. Es factible que la candidatura chavista recaiga en algún líder con relativo carisma vinculada a la familia Chávez pero también a otras figuras con menos rechazo por parte de las bases. Bajo este escenario el chavismo continúa controlando las riendas del Estado aunque en forma disgregada y caótica.
2. La consolidación de Maduro como líder del chavismo
Maduro lograr sortear el vendaval de protestas sociales y de la mano de sus soportes civiles y su esposa logra el favor no solo de las fuerzas armadas sino del resto del PSUV. La resistencia de Maduro, bien porque logre equilibrar las contradicciones internas del chavismo o bien porque las medidas y el ritmo tomado en su aplicación fueron efectivas o bien porque el pueblo venezolano ha aguantado estoicamente esta parte de la crisis, oxigena su liderazgo. Esto le hará tomar fuerzas y le permitirá disminuir la influencia y poder de otros herederos del chavismo en los procesos de toma de decisiones, desapareciendo “los gobiernitos” de su gobierno para centralizar con mayor eficacia el poder con ayuda de sus colaboradores cercanos y el gobierno cubano.
3. La caída de Maduro y el chavismo
Y de repente Maduro cae por el efecto de las protestas sociales y un levantamiento militar que termina por reprimir y neutralizar, por no decir eliminar, las figuras más notables del chavismo. A lo caribeño el pueblo venezolano se cambia la camiseta y se olvidan de Chávez para iniciar una nueva fase histórica no menos convulsa pero si llena de nuevos códigos y narrativas en el ámbito político. La gobernanza no dependerá tanto del factor ideológico sino de la capacidad para recuperar el orden político y poner al país a funcionar.
Posibles escenarios a medio plazo
Cuando hablamos de medio plazo apuntamos al período 2015-2016. Durante dicho período entrarían las elecciones parlamentarias y un potencial referéndum revocatorio si Maduro sigue en el poder a la fecha.
1 La decadencia inestable
Venezuela sigue rumbo a convertirse en un Estado Fallido. Ni el oficialismo ni la oposición logran establecer puntos comunes para recuperar el orden dentro del país. Mafias civiles y militares controlan aún más sectores de la economía y el gobierno terminando por destruir la capacidad del Estado en el monopolio legítimo de la violencia y el control de la Hacienda. Venezuela vuelve a sus fases más críticas del siglo XIX pero en pleno siglo XXI. Con o sin Maduro el chavismo seguirá haciendo su revolución aprovechando el oxígeno que le da la renta petrolera. Dicha revolución seguirá siendo caótica y sin rumbo definido. En caso de una caída del chavismo del poder, quien lo asuma no podrá controlar el ímpetu insurreccional del chavismo de calle en oposición o de las mafias anhelantes por recuperarlo. Es posible que el chavismo mantenga la fachada democrática y se materialicen elecciones parlamentarias pero con un ventajismo aún mayor. La oposición como Unidad desaparecerá y seguirá caminando por el desierto. Miles de venezolanos preparados y con vocación democrática y emprendedora seguirán saliendo del país, por no decir empresas con pocos contactos con las mafias o quien esté en el poder. El país seguirá empobreciéndose pareciéndose cada vez más a Cuba y en parte dependerá del giro que sufra esa Isla en su devenir político y económico. Venezuela se convertirá aún más en un refugio de líderes de bandas criminales de todo tipo pasando a ser un problema de seguridad dentro de la región del Caribe y la región andina.
2 La recuperación inestable
De repente el sentido común inunda al chavismo y la oposición y lentamente van logrando acuerdos de gobernanza y nuevas medidas estabilizadoras tanto en lo económico como en lo institucional. Puede o no caer el gobierno pero el país avanza lentamente hacia otros derroteros más productivos y proactivos aprovechando todo su potencial humano y natural. El chavismo seguirá siendo una fuerza preponderante pero dentro de la oposición fuerzas como Primero Justicia, Voluntad Popular o AD comienzan a tomar más espacios de poder preparándose para una vuelta a Miraflores o bien en 2019 o bien en 2025. Las elecciones parlamentarias serán un paso importante al respecto y otro el que se deje que Nicolás Maduro termine su mandato o sea solo expulsado por los mismos chavistas pero no confrontado por la oposición. Venezuela lentamente pasa a recuperar el aliento perdido luego de unos años vertiginosos y llenos de radicalismos. Nuevos liderazgos asumen una batuta con sentido despolarizador dejando atrás los años de la confrontación aún existente como sedimento histórico de la implantación de una revolución.
¿Cuál escenario es el más probable?
A corto plazo Pontegea observa como más probable el escenario 1 seguido de lejos del 2. Es decir, vemos al chavismo dominando a Venezuela en los próximos 4 años (por lo menos) pero muy probablemente sin Maduro. Quien lo sustituya aún es un enigma y puede ir desde figuras outsiders como María Gabriela Chávez hasta figuras con mucho poder detrás del trono como Diosdado Cabello entre otros. La mayor parte de los partidos y liderazgos de la MUD a corto plazo solo se pueden conformar a intentar crecer en el electorado pero no más de ello con miras a las elecciones parlamentarias de 2015. Ya eso es un gran desafío pues ha perdido el fervor de la oposición dura o radical recuperado por un tiempo por Capriles en las pasadas elecciones presidenciales de 2013. La oposición intentará competirle los votos al chavismo en su propio terreno y sin duda puede lograrlo pero es un trabajo lento aunque más sostenible. En ese sentido, Venezuela seguirá como petro-Estado pero acudiendo cada vez más tanto de la mano del chavismo pragmático como de la oposición al apalancamiento del sector privado no tanto por vocación liberal como por necesidad ante el agotamiento productivo de la industria petrolera nacional y su creciente endeudamiento.
A medio plazo ya resulta difícil hacer predicciones. Nos gustaría apostar por el escenario 2 de la recuperación inestable pero lamentablemente hay muchos elementos que siguen apuntando al día de hoy al 1 de la decadencia inestable.
Como siempre, los escenarios son una fotografía partiendo de variables, indicadores y elementos del pasado y el presente. Un ejercicio creativo o de imaginación tomando en cuenta hechos y posibilidades. Es decir, estos apenas son los más visibles y la complejidad es aún mucho mayor.
No nos gusta apostar por un escenario de la decadencia de un país o la disolución de su orden civil porque sencillamente resulta tan solo uno de sus momentos históricos y no su destino. En tal sentido, la posibilidad de ocurrencia se la dejamos al lector sin dejar de advertirle que dependerá de la capacidad del chavismo y la oposición, así como otros factores de poder de encontrar caminos convergentes hacia una mejor gestión política y económica de ese país.
Conclusión
Venezuela ha pasado por momentos muy peligrosos de descomposición y disolución a lo largo de su historia pero siempre ha sabido salir adelante. Siempre ha sido un país de difícil gestión, levantisco, sentimental pero con un buen humor a flor de piel. No es raro que sea calificado como un país optimista en medio de su mala hora.
De nuevo se enfrenta a una situación en la que dos visiones de país se observan como irreconciliables, pero en realidad, si se revisa con lupa las propuestas de los polos más importantes que ambicionan dirigir al país, existen más puntos comunes que divergencias.
El chavismo es un “adequismo” revestido de formas autoritarias, militaristas y de izquierdismo de viejo cuño. Los movimientos de la oposición tal vez tienen un discurso más liberal y democrático social pero sus liderazgos no se diferencian en su forma de gestión de la realidad política al autoritarismo chavista. Ambos son petro-rentistas, ambos polos apuestan por la justicia social, sólo que el chavismo es más centralista, poco tolerante con la disidencia, bastante apocalíptico/escatológico en su visión de la historia y con una fuerte influencia militar venezolana y cubana.
Resaltar en la relación los puntos comunes y acercarlos por encima de las diferencias de gestión tardará su tiempo. Años tal vez. Pero no es imposible.
En el medio están los venezolanos de a pie con sus visiones de la vida, sus ganas de crecer y luchar. En medio de los desencuentros políticos que han derivado a los inicios de la disolución del orden civil y del Estado, estos venezolanos son las víctimas y con ellos todos los empresarios o inversores extranjeros o nacionales de buen proceder.
En ese sentido, comprender a Venezuela de ahora en adelante requerirá mucha cabeza fría y mejor conocimiento sobre el terreno.
Pontegea pone a su disposición sus redes de conocimiento en dicho país para desempeñarse de la mejor manera posible tomando el pulso real de los acontecimientos y sus posibilidades en el futuro porque creemos que hay mucho futuro promisor en Venezuela a pesar de las actuales dificultades y vale la pena apostar a Venezuela.
[1] Una creencia que explotaron los que en su momento fueron los grandes partidos del período democrático y hoy son pequeños partidos de oposición. Del otro lado de la calle, en la oposición esa visión sigue predominando. Salvo en puntos extremos en dónde se pide la participación privada en la industria petrolera o más diversificación y apertura en todos los sentidos, el resto de los liderazgos de la oposición mantienen al Petro-Estado como eje central de control y de funcionamiento de la Nación.
[2] Contó, desde luego, con una suerte histórica significativa. Fuertes precios petroleros y pocos líderes políticos con fortaleza discursiva y carismática que le hicieran contrapeso.
[3] Algo que ya había ocurrido en 1989 con otros militantes de otros partidos y en el régimen sustituido.




















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